Aunque la innovación y su tipología han sido ampliamente estudiadas1, dos aspectos han sido los
comúnmente mencionados en su definición -novedad y aplicación. De este modo, una invención o idea creativa no se convierte en innovación hasta que no se utiliza para cubrir una necesidad concreta.
Esta aplicación de la idea supone un proceso de cambio que podríamos considerar microeconómico.
Sin embargo, el cambio tiene también una importante componente macroeconómica, ya que el
objetivo principal es el de convertir esas mejoras empresariales individuales en mejoras o cambios
globales para la sociedad y, para ello, es esencial que se de difusión a la innovación.
Se pueden
distinguir tres momentos o estados fundamentales en todo proceso de cambio:
• La invención, como creación de una idea potencialmente generadora de beneficios comerciales,
pero no necesariamente realizada de forma concreta en productos, procesos o servicios.
• La innovación, consistente en la aplicación comercial de una idea. Para el propósito de este
estudio, innovar es convertir ideas en productos, procesos o servicios nuevos o mejorados que el
mercado valora. Se trata de un hecho fundamentalmente económico que, incrementa la capacidad
de creación de riqueza de la empresa y, además, tiene fuertes implicaciones sociales.
Esta definición debe ser entendida en un sentido amplio, pues cubre todo el espectro de actividades
de la empresa que presuponen un cambio substancial en la forma de hacer las cosas, tanto en lo
que se refiere a los productos y servicios que ella ofrece, como a las formas en que los produce,
comercializa u organiza.
• La difusión, que supone dar a conocer a la sociedad la utilidad de una innovación. Este es el
momento en el que un país percibe realmente los beneficios de la innovación
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